Durante el
año, niños y adultos experimentamos en forma sencilla las fuerzas que en cada
estación actúan en la naturaleza. Cuando los días son más cortos, las noches
largas y el sol muy tibio, los niños saben que llegó el tiempo de preparar sus
farolitos. Tomarán del sol su última luz como regalo y la llevarán ahora
protegida en el farol, que delante de ellos guiará el camino.
Niños, padres, amigos y maestros
pasearán con los faroles, cantando en el crepúsculo, vivenciando la penumbra,
el cielo, el fuego, los árboles, los sonidos o el silencio. Y con esta alegría
de los niños, nace en nosotros los adultos, la luz de un momento de
recogimiento, que nos conecta con lo característico del curso del año, nos
ayuda a involucrarnos con la naturaleza y su esencia espiritual.
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