martes, 8 de enero de 2008

A principios del siglo XX la exportación del salitre era la actividad principal en el norte de Chile. Compañías extranjeras lo extraían de uno de los desiertos más inhóspitos del mundo. Para ello utilizaban mano de obra barata que empleaban en condiciones infrahumanas, la situación derivó en una huelga masiva que fue barrida a sangre y metralla. El resultado: casi cinco mil muertos entre hombres, mujeres y niños.

Situación

Calor abrasador, temperaturas bajo cero, estrellas que encandilan, así son los días y las noches en la pampa, como llaman en el norte de Chile a la región de la puna. Desierto sin aliento, donde cielo y sal se funden en una línea indescifrable, allí, en ese pedazo de infinito, miles de obreros en distintas “oficinas” salitreras, trabajan de sol a sol para extraer el “caliche” que fertilizará los campos de Europa.
La paga es miserable, y los vales sirven para comprar mercaderías sólo en las tiendas de las empresas, donde una marraqueta (pan) se lleva la cuarta parte del jornal, un precio mayor que en el mercado libre. Un precio vil, un precio inmoral.
Con un salario atado al tipo de cambio, la fluctuación de 18 a 7 peniques por peso significa una reducción del 50% del valor del sueldo.

Un compañero resbala dentro de las trituradoras de mineral, luto y bronca por la muerte evitable, así es la vida del obrero pampino.
El caliche se amontona, es que el 4 de diciembre comenzó la huelga de los obreros del FF.CC. salitrero por demandas salariales. Es el momento de expresar el descontento, los trabajadores se reúnen y deciden ir al paro. La oficina San Lorenzo enciende la mecha de los acontecimientos. Santa Lucía, San Pablo, se pliegan al movimiento,
“ Hay que bajar a Iquique” es la consigna, En Santiago, El Mercurio titula “2.500 Obreros en huelga” en realidad, ya son cinco mil los que han confluido en la oficina San Antonio. Largas caravanas de obreros a pie, cruzan el desierto con destino al mar, los acompañan sus mujeres, sus hijos, sus perros. Caras y manos curtidas por el sol contrastan con la sal, el oro blanco. Marchan con esperanza, rumbo al poniente, rumbo a la muerte.
De a cientos, extenuados, comienzan a llegar a Iquique, y poco a poco, la fisonomía de la ciudad se transforma. El patio de la escuela Santa Maria es el lugar de reunión, sólo desean ser escuchados, ser reconocidos como personas. Lejos están de imaginar el miedo que sus reclamos, justos, moderados, generarán en los empresarios y en el gobierno de Pedro Montt. Estos han empezado una ola de rumores, creando miedo en un sector de la población, se habla de violencia, de la intención de incendiar la ciudad si las demandas no son satisfechas. Julio Guzmán, intendente provisional, cablegrafía a Santiago informando de una situación que lo excede.
El Presidente Montt no vacila, ordena al General Silva Renard marchar rumbo a Iquique, lo acompaña Carlos Eastman, quien vuelve apremiado por los acontecimientos a hacerse cargo de la Intendencia. En los muelles de Valparaíso, 330 hombres embarcan en el “Zenteno” y otros 90 en el “Esmeralda” con ellos, dos modernas ametralladoras esperan su bautismo de fuego, son de tambor circular con una cadencia de tiro de 400 disparos por minuto. Mientras tanto, en Iquique, se suceden las asambleas obreras.

El desenlace

18 de diciembre. Desembarcan las tropas y acampan en la Plaza Pratt, la tensión se palpa en el aire. Ya son doce mil pampinos que, a esta altura, colman el patio de la escuela y la plaza
19 de diciembre. El comercio da su apoyo a los huelguistas y se produce un giro en la actitud de Carlos Eastman, quien se posiciona claramente en defensa de los intereses de los empresarios, y, a petición del General Silva Renard, emite, a las 14 horas, una orden de desalojo por escrito.
20 de diciembre. El gobierno, mientras simula negociar, ordena la excavación de una gran fosa, la suerte de los pampinos ya está decidida. Los cónsules de Argentina, Bolivia y Perú ofrecen recibir a los pampinos en sus respectivos países. Se reúnen los salitreros con Eastman y Silva Renard y les expresan que temen por sus vidas y propiedades, los empresarios ingleses no asisten a la reunión. El gobierno acepta hacerse cargo del 50% del aumento de salarios. Se establece censura sobre la prensa y el tráfico telegráfico y a las 22 hs. se emite el decreto 661 que ordena el estado de sitio.
21 de diciembre. Pánico entre la gente acomodada, que huye hacia los buques ante el rumor de saqueos e incendios.
15:48 hs. el General Silva Renard ordena enplazar una ametralladora frente a la escuela, los pampinos miran incrédulos los preparativos, nunca habían visto un arma así. El General ojos de vidrio, da la orden que haría entrar la “huelga grande” pampina, en una de las páginas más negras de la historia. La ametralladora comienza a escupir muerte mientras los obreros hacen señas desesperadas, lloran de bronca e impotencia al ver a sus familias y amigos despedazados por el fuego, ríos de sangre salen, literalmente, del patio mientras los cuerpos caen partidos por los disparos. Los obreros no salen de su asombro, flamean pañuelos blancos, las mujeres abrazan a sus hijos, tratan de evitar lo inevitable, sólo la decidida acción de Martin Rucker, Vicario Apostólico detiene la masacre, con los brazos en cruz, increpa al General Silva Renard, quien, montado en su caballo blanco, parece extasiado de tanta locura, de tanta muerte, de tanto odio.
Los heridos, sin asistencia, huyen por las calles hasta que son atravesados por las bayonetas de los soldados a caballo, algunos se salvan, son los que logran alcanzar refugio tras una puerta generosa.

Para la historia oficial el saldo de “La batalla de Iquique” será 156 muertos y 135 heridos, para la verdadera historia, de los cinco mil obreros y sus familiares que se encontraban en la escuela 4.600 fueron muertos,
En la lista de los justos se encuentran algunos oficiales y marineros del “Esmeralda” que fueron fusilados por negarse a disparar a gente desarmada e inocente.
Después de la masacre, mientras los patrones festejaban en el Club Inglés, el registro de armas realizado en la ciudad daba resultado negativo.
Iquique está en calma, los poderosos logran su objetivo de no negociar bajo presión porque, según ellos, “perderíamos el prestigio moral, el sentimiento de respeto que es la única fuerza del patrón respecto del obrero”
Suena el silbato de la locomotora a vapor, el tren parte lentamente, los pampinos, extenuados de tanto dolor, parten humillados rumbo a las salinas, volverán a trabajar para los que los masacraron. Con los ojos vidriosos, miran hacia el mar. Atrás quedaron sus amigos, sus mujeres, sus hijos, asesinados por un poder político cómplice de los empresarios del oro blanco.

La investigación histórica de la masacre reveló que nunca se consideró seriamente la posibilidad de emigración ofrecida por los cónsules, la razón es simple: sin ellos no había producción posible.
Días después, Rafael Sotomayor, Ministro del Interior en la Cámara de Diputados, diría que “ Eran bandidos, extranjeros y que la huelga fue preparada en Argentina” lo que motivó la respuesta del Liberal Arturo Alessandri ” No hubo ningún acto que justificara reprimir, y que la censura decretada por el gobierno, no era sino miedo y cobardía”

El mismo miedo y cobardía hicieron que los sucesos de la escuela Santa Maria de Iquique fueran negados por la historia oficial, y que muchos años después, la cantata” Santa Maria de Iquique” del grupo Quilapayun fuera censurada y el master de la grabación destruido por la dictadura de Pinochet La obra pudo conservarse a partir de una copia mantenida en la clandestinidad.
Recién hoy en día, los alumnos de las escuelas chilenas aprenden la verdadera historia, junto a “Santa Maria de las Flores Negras” del escritor Hernán Rivera Letelier.

Trece años después, en Argentina, 1.200 peones rurales patagónicos fueron fusilados por ir a la huelga en reclamo de condiciones dignas de trabajo. Otra historia, donde el poder triunfa sobre la razón y la justicia.

Fuentes

Eduardo Devés. Los que van a morir te saludan. Lom Ediciones. Santiago. Chile.
Hernán Rivera Letelier. Santa María de las Flores Negras. Seix Barral.
Hernán Rivera Letelier. Entrevista con el autor, programa Conciente Colectivo, disponible en el sitio http://www.manuelvetrone.com.ar/
Sergio Grez Toso. El ”respeto del orden público”… Le Monde Diplomatique, dic. 2007